miércoles, 8 de abril de 2009

LOS TEJIDOS DE MANDY

Como las copias no funcionaron. Tuve que emigrar. Mi viejo no tenía la culpa. Tenía serios problemas gástricos y conmigo ya había cumplido. Pero un hijo, una nuera y un nieto... además de mi madre y los líos de mi hermano. Esos ya eran problemas mayores. Arrendé con ella una pieza. Con el tiempo lo único que necesitábamos para ser felices era comer. Todas las noches, tardes y días, soñábamos con el banquete de azúcar.Mandy dejó todos sus esfuerzos en los más preciosos e inútiles tejidos a crochet. ¿Existirán personas que les guste estas chamarras color lila y repletas de las más imposibles flores?. Sin embargo, eran las cosas más hermosas que se podían hacer en la rutina de la desdicha y el hambre. Mierda, ¿ cuanta hambre puede llegar tener uno?. Cuando empiezas a llegar al limité dalo mismo que te hechas un mendrugo verde y mohoso de pan o una vaca frita. Hambriento te vuelves un estomago con patas.- ¿ vas a ir al centro? - preguntó.- Si, caminando. Tenemos que ahorrar parta cigarros y llegar a tener nuestra preciosa e infeliz casa rosada en la pradera - respondí. A Mandy le encantaba hacer preguntas obvias frente a situaciones espantosamente ciertas. Cuando en mi vida me había fascinado andar paseándome en corbatas, calzoncillos sucios y rotos y calcetines tiesos y agujereados por esta pieza de dos por dos. En fin Mandy preguntaba cosas obvias y yo respondía como se lo merecía. Era uno de los tantos merecidos que le daba. Claro que sí.- Si vas a ir al centro podías vender mis tejidos. Incluso te daría la mitad de la venta para que te compres tu porquería - Mandy sabía preguntar y responder como la mejor esposa que puede llegar a tener un cesante.- Bueno ya - dije y enfile hacia la ciudad con su respirable olor a plomo y otras mierdas. me fascinaba andar echando a mis pulmones porquería: aire, cigarrillos y la indescriptible fragancia de los perfumes de catalogo que mi mujer juntaba por cientos. Por miles. Ah, demonios por millones.En el estupendo paradero de latas y latones había una muchedumbre de gente feliz, infeliz, desdichada y un borracho con medio culo al aire. Todos con su pesada carga de desdichas e inocentes sueños de superación. En fin era una manada de cabrones, huevones y pobres. Era como para decir con nuestros famélicos rostros de refugiados palestinos y haitianos vende sangre: " Si aquí estamos los pobres dispuestos a cualquier cosa a cambio de un poco de dinero". En realidad no todos éramos así. Por suerte estaba el borracho que solo quería concluir estrepitosamente su eterna dicha de estar alejado de las necesidades. A este tipo solo le bastaban unas copas y la vida milagrosamente se transformaba en algo maravilloso. Tanto como para agradecer a Dios. Ah!!, en este espantoso paradero nadie esperaba agradecer algo a Dios. Excepto Mandy que cada vez que salía a buscar trabajo me bendecía y encomendaba a un diccionario de santos y santas para que de una vez por todas pudiese encontrar trabajo. Gracias a las bendiciones de Mandy y los favores concedidos por los santos y santas me había mantenido cesante durante seis meses. Sí, señor. Los santos no cagan milagros.Como un tropel de brutos y bestias nos metimos en el autobús. El chofer era otra víctima mas de las obras de Dios, en el retrovisor advertía que este era su copiloto. De eso no existía duda alguna.En esa apretujada masa humana de desdichas, huesos con escasa carne, grasa y aromas inconfundibles se socializaban la esperanza de poder entrar en el autobús. No existían sexos y si de alguna u otra manera te corrían mano debía ser asumido como un condenado mal menor. Imaginaba que todo aquello era una penitencia para obtener trabajo o algún lugar en la estantería de la santidad. Me fascinaría ser el santo de los cesantes. O quizá de los asesinos y psicópatas. La rutina del ocio impuesto por la eterna vagancia en mi pieza, me estaba volviendo mas loco de lo que debiera estar. El fastuoso y, por lo mismo, espantoso peinado con gel se había ido a la misma mierda. La corbata andaba por los bolsillos de alguien y el aceitoso lustre de mis zapatos se había ido hacer compañía a mi peinado. De todas maneras estaba arriba y no existía posibilidad alguna de renunciar a la titánica tarea de gritar a la ciudad: - aquí me tienes. Devórame no tu aliento de alcantarilla y dame un trabajo jode vidas -La escasa luz de las ventanillas sucias y tapadas por esos trapos polvorientos espantosamente llamados cortinas conseguía con bastante dificultad entibiar los famélicos y rancios rostros de los días lunes. En lo personal prefería que se hubiesen abierto y algo de porquería respirable entrara para así lavar el rancio aroma del esfuerzo y la ingenua esperanza. Era la enésima suplica. Y era la enésima vez que la vida contestaba:- Toma. Aquí esta mi preciosa polla y mámala - Cada paradero era una estación en el destino infernal de la esperanza. En cada paradero subía y entraba gente. Demonios, siempre subía gente. El autobús parecía un gigantesco estomago que comía gente. Cuando esta trataba de bajar, los escupía, los vomitaba o hasta los cagaba. Y el chofer preguntaba:- ¿ están todos? - seguramente ese tipo nos tenía inventariado. Éramos los artículos del chofer, su autobús estomago y su copiloto Dios.- ¿ dónde voy a vender estos preciosos e inútiles tejidos? - cuando trataba de recordar alguna tienda de tejidos inútiles. Había cientos, miles, millones de tiendas expende estupidez. El día seria maravilloso, vendería estas cosas y compraría cigarrillos. También era una que otra porquería para engañar mi hambre y el de Mandy. El trabajo fácil y los cigarrillos hacen la vida maravillosa. Me fascinaba la vida maravillosa y sus beneficios.Aquel suplicio, el viaje, había concluido. Lamentablemente comenzaba el eterno peregrinar por esos millones de tiendas de inutilidades y conseguir quién comprara mis fabulosos productos. Los delicados tejidos de Mandy eran un soberano monumento a la minuciosidad de matar el tiempo y el hambre sin ver televisión. Con esos espantosos programas de televisión cualquiera hace esos tejidos. Con la televisión no tienes mas norte que verla o tirarte pedos. Bueno también puedes llegar a tejer tan bien como Mandy.El paisaje olía a grasa frita y mierdas para calmar el estomago. Tenía tanta hambre que me habría comido toda esa porquería y dedicar mi vida a la venta de tejidos preciosamente inútiles.Un desdichado muchacho de lentes poto de botella y acné cargaba un bandejón de pollos para ser fritos. El muy cabrón vestía una camiseta lila. Caramba, Mandy utilizaba colores para empleos de desdichados. De su gorrita, espantosamente lila, pendía una etiqueta que decía líder. Oh, si un líder.Motivada por el hambre y la locura, mi imaginación se había vuelto muy fructífera. Así que logré cazar un cigarrillo huérfano en un basurero. Mientras lo engullían mis pulmones, me imaginaba comprando pollos fritos y reclamando. Diría a la muchacha de la registradora:- quiero hacer un reclamo. Mi pollo sabe a caca. Quiero hablar con el encargado - y la chica mecánicamente asustada respondería:- debo comunicarme con el líder - y yo pensaría que esa tía iba a comunicarse con el Papa, Gandhi, Fidel Castro o el secretario de la ONU. No, señor. La muy cabrona (de buen culo y mejores tetas) llegaría con el idiota de la gorrita y dirían:- disculpe señor, usted dijo que el pollo sabe a caca -. Huevadas, al terminar el cigarro, que culpa tiene ese muchacho de trabajar de líder y ganar como obrero. Yo miraba al chico, me imaginó que el hambre dota a las personas de rasgos decadentes, angustiados y depravados asi que el chico me miraba entre lastima y miedo (a ningún líder le debe gustar que le metan la polla. Quizá si). Y me continuaba mirando como quién mira cosas sin sentido y pregunto: - ¿andas vendiendo?-- claro que si. Pero las vendo caras. mi mujer las hace para proveerme de cigarros y porquerías. Además, están bendecidas por el santo ocio. ¿ Te interesan? - dije mientras miraba sus pollos. Con la condenada hambre. quizás le hubiese visto la polla por un cigarro y trabajo.- ¿ Cuánto valen? -dijo el desgraciado sin reírse mucho y un rústico aire de prepotencia. Ese muchacho cuando sea más hediondo será un triunfador. Precario pero triunfador.- una mamada de pito. y seis grandes por cada uno - dije mientras imaginaba sus labores de líder. El infeliz con su cara cagada de moscas si bien no mamaría nada, quizás compraría alguno de mis fabulosos productos. Oh, sí. era un vendedor muy agresivo y eficiente. Los líderes siempre se dan cuenta de esas inigualables características e instintos de todos los triunfadores. Ese divino saco de pelotas que era un líder (mas) seria a la postre mi primer y exclusivo cliente.El líder observaba con sus ojos de freidora de pollos a las chamarras de Mandy. Allí me demostró todas sus inigualables características y dotes para el liderato. Era tan bueno como lo era para las ventas.- diez grandes mas un pollo por dos de tus porquerías -Pensé en Mandy, le fascinaría devorar con buenos modales a ese bicho rostizado y tener dinero. En realidad pensaba en mi, pero eso poco interesa. A Mandy no le gustaría que dijesen que sus tejidos eran porquerías. A mí tampoco, pero más valía el bicho y los billetes. Entonces con toda mi dignidad y orgullo profesional, dije: - elige el que quieras -. El chico se tomó su tiempo para elegir sus chamarras. El muy cabrón escogió los más hermosos. Luego dijo:- espera ya vengo - y echo en su mochila los tejidos y en sus hombros puso el bandejón de pollos. Luego regresó con una bolsa de papel translúcido por el aceite. Era el bicho y me entregó un billete grande. Muy grande. Casi tanto como mi talento de vendedor y hambre. Eran diez grandes. La vida en realidad es algo maravillosa y sus misterios develan la magnificencia del alma humana. Oh, si. Sobretodo cuando andas vendiendo cosas inútiles cagado de hambre.Traté de vender mas. Mi talento se estaba agotando. Debía guardar paciencia para futuras jornadas. Siendo veinte para las dieciséis, decidí llevar la dicha para mi hogar. Mi espantoso y feliz hogar de dos por dos. A esa hora estarían pocas personas esperando ser devoradas por el autobús. Compre cigarrillos, di unas buenas caladas. Profundas y pastosas. Eran de esas caladas que secan tu garganta haciéndote olvidar de todo y sentir como las tripas se duermen dando paso al placer de abandonar el hambre y abriendo camino al veneno penetrar tus pulmones inundándolos de un seguro y cariñoso cáncer. Ahora si, y en realidad, la vida era un espectáculo maravilloso. Siendo las dieciséis en punto y después del tercer cigarro, tomé el autobús.El viaje de regreso fue tranquilo y rápido. Claro que también que viaje no es tranquilo y rápido en sus primeros cinco minutos. En la primera parada subió un tipo. Era otro desdichado que ofrecía sus productos con un show de ventas bastante patético. A Mandy le encantaban las almendras y a mí también. Compré dos paquetes y de paso ayudé al desdichado a llevar un poco de alegría a su hogar.Tres paraderos mas allá subió otro tipo a ofrecer nueces. También hizé feliz a su hogar. Así continuaron un desfile de caramelos, chocolates, maní confitado y esponjosas galletas. En fin llevaba ese bicho rostizado y un supermercado de azúcar en mi bolso de vendedor. Junto a muchos cigarros. Quizás demasiados para un hogar de cesantes. que mierda, un poco de dicha y despilfarro nunca vienen mal a los infelices.Corrían treinta minutos de viaje cuando subieron unos payasos con su clásico pintado grotesco y esa ropa ridículamente primaveral. Ese dúo de gilipollas hacia reír a todo el mundo. Contaban episódicos sucesos de pitos fláccidos y afrodisiacos. Bromeaban con mujeres que se acostaban con medio mundo. Era un espectáculo a la altura de los desdichados. Se podría estar en presencia de dos estrellas del espectáculo. Ellos contaban un chiste y yo decía: - risas y almendras -. Luego terminaban otro y contestaba: - risas y caramelos -. Era un viaje placentero. En realidad era un viaje muy agradable.Faltando cinco cuadras para llegar a mi destino, me pregunté:- puedes bajarte ahora y llegar fumando. Cargado de porquerías de azúcar y ese bicho aceitoso. O también puedes darte el gusto, uno mas en todo el día, y dejar que el autobús te deje en la puerta de tu feliz hogar de dos por dos - y opté por lo segundo. Sin duda alguna era lo mas apropiado para un día en que la vida se había comportado de forma maravillosa y caritativa con mis pulmones y estomago.El autobús abruptamente paró. Los pasajeros nos miramos aterrorizados y enfurecidos. Luego por la pisadera subió lentamente una mujer, vieja y estreñidas, se tomó de los pasamanos delantero. andaba rapada como una judía, con su rostro flaco y sucio. Sus ojos desorbitados daban vueltas en todos los grados que existían. Sus labios escamosos y con un hilo de babas completaban el cuadro.Si, porque entre todas nuestras condenadas desdichas los pobres éramos o tenemos que ser feos esta mujer era su embajadora. Su patrona. Que mierda, esta mujer espantosa era la virgen de la desdicha. Y entonces la aberración dijo:- señoras y señores pasajeros tengan ustedes un buen viaje. He llegado a ustedes obligada por el hambre que sufren mis hijos y una cruel enfermedad que me aqueja. señoras y señores pasajeros tengo SIDA -La vida no puede ser tan maravillosa en un solo día. Concluí mientras todos nos mirábamos con cierto dejo de incertidumbre. Imaginaba que esa mujer iba a sacar una navaja y empezaría a amenazara a medio mundo con rociar su sangre infecta, vieja y estreñida. Luego pensé que andaba con una jeringa llena de sus envenenados fluidos vitales y empezaría a pincharnos uno por uno para cagarnos con su mal. La virgen de los desdichados se había transformado en el arcángel del SIDA. Alguien tenia que hacer algo. Algunos más astutos y prácticos obligaron a punta de puteadas al chofer a detener el autobús y lograron bajar. Pero los más lerdos, débiles e idiotas nos quedamos arriba con la asesina. Entonces me dije:- o le das todo tu dinero o te caga con esa enfermedad -Entonces concluí que los desdichados entre todas nuestras maldiciones seguíamos pecando, como brutos e infelices que somos, de solidarios. Y entregué todo mi dinero con la condición de que se bajase enseguida. Esa mujer no puede andar limosneando por allí la cura del SIDA. Sobretodo cuando esta no existe. Así logré salvar mi triste pellejo y del resto del autobús. Era un héroe pero nadie vitoreo mi hazaña. Que importaba eso cuando tienes seguros tus cigarros, mucha porquería de azúcar y un bicho aceitoso rostizado. Mandy entendería era una excelente tejedora y gran cristiana. Mas que mal hoy tendríamos un banquete de azúcar y quedaban estas preciosas e inútiles chamarras lilas.

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