miércoles, 8 de abril de 2009

EL ABUELO DE VIGAS

Conseguí una entrevista. De todas maneras sabía que no iba a lograr nada. Pero la tía que me entrevisto estaba buena y algo habíamos flirteado. Era un buen panorama. ¿Quién iba a saber que esa tarde conocí al chileno que era el más africano de todos. ?- ¿ Quieres conocer a mi abuelo? - pregunto Vigas.- Como no, siempre es bueno ir a un museo. Además, en tu casa te puedo agarrar las tetas. En otros museos no dejan hacer eso - respondí. Y fuimos a conocer el fósil.El abuelo de Vigas fue un sindicalista. Uno de esos tipos rudos que se agarraba a puñetazos con la autoridad. Era un buen tipo. Hacia ocho años que había regresado desde el extranjero. En Nápoles estuvo esperando volver de su exilio. Que privilegio.Durante el viaje, Vigas, no paraba de contar historias acerca de su abuelo. Por lo que hablaba el viejo era un divino demonio. Por mi parte, trataba de fisgonear por el escote de Vigas. Ella era una muchacha de unos veintitrés años, con unas preciosas formas y ojos negros y redondos como canicas. Bueno también era una exitosa ejecutiva de ventas que prometio conseguirme empleo. Pero aquello era una cosa que poco interesaba... ¡¡ para nada !! después de fisgonear por el escote. Las historias del abuelo y el escote de Vigas junto a un aromático cigarrillo eran las cosas mas importantes del mundo para mi persona. Lo que ya eran bastantes para el equipaje de un cesante.El abuelo de Vigas participó de las huelgas más importantes del país. Que suerte la del viejo: dirigir a una masa de gente desdichada por las calles exigiendo trabajo sin trabajar. Ese viejo era un exegeta vocero del paraíso de los olvidados. Era un buen líder de los miserables. Yo también había participado en huelgas. Eso sí, las mías eran menos idealistas. Tan solo exigíamos números porcentuales para nuestros sueldos decimales. En cambio el abuelo de Vigas peleaba y ganaba cosas importantes: entradas para teatros y cines, regalos para los hijos de la gente desdichada, carne ala parrilla y mucho vino para las fiestas. también había conseguido becas de estudio para la gente desdichada. Y la gente desdichada y otras personas agradecidas del abuelo de Vigas enviaban licores, libros, vinos y corbatas. A lo mejor esa gente no era tan agradecida como aparentaba; porque de otra manera no se explicaba que le regalaran corbatas al líder de los fontaneros. El abuelo de Vigas era un pedazo de apolillado de la historia de este país. Si la gente agradecida, que quedaba viva, mantenía la tradición de enviar corbatas y licores al viejo; la velada seria maravillosa y el escote de Vigas terminaría haciendo sombra a mi abultado deseo. Era un panorama maravilloso, nada lo podría arruinar, ni siquiera mi espantoso caso de hemorroides.En los años cincuenta, el viejo partió apoyando generales y políticos de clase media. Y bueno, cuando alguien importante de los que están abajo entre inocencia y con una danza de dinero político entran al ruedo, el aroma a ingenua manipulación aparece tan infame como un pedete silencioso. Luego los generales y políticos apoyados por la gente desdichada hicieron su trabajo. Es decir, hicieron muy bien su trabajo. Es decir, hicieron todo lo contrario a lo que el abuelo de Vigas había andado prometiendo en fabricas y asambleas sindicales, excusas seudoideológicas para que rojillos y amarillos anduvieran haciendo censos de conciencia y otras necedades por el estilo. Así el abuelo de Vigas estuvo relegado en unas oficinas salitreras donde lo único que existía eran pastores protestantes, calicheras a media muerte y prostíbulos. Un infinito paraíso de prostíbulos perdido en el medio del desierto. El abuelo de Vigas debe haber dejado a mucha gente agradecida y a otro tanto desdichada. De aquello no había duda, Vigas recalcaba, con cierto dejo de ingenuidad y estupidez; que tenia familiares lejanos en el medio del desierto. Ella no se explicaba por la coincidencia de apellidos como el suyo en el cien por cien de un pueblito extraviado en el medio del desierto. Esa mujer era muy perspicaz. Con razón tenia un trabajo estable desde hace cinco años. No había duda alguna.Al terminar con su relegación, el viejo fontanero volvió como un héroe a la capital. A la estación de ferrocarriles fueron a recibirlo cientos de infelices encabezados por una banda de pioneros. La gente de antaño tenía el gusto de enseñar a los desdichados a tener esperanza en el futuro. No eran como ahora, en que te lo dejan claro desde un comienzo: o trabajas o te cagas.Bueno el caso fue que al abuelo de Vigas lo condecoraron con la medalla del mérito al sacrificio obrero y brindaron. Luego el cónsul de no sé que país europeo ahora inexistente, le entrego otra medalla obrera y brindaron. Después siguieron como veinte medallas obreras y brindis. Y el mejor hijo de la clase obrera llega cargado de medallas obreras y con una semana de resacas.No había duda alguna, a la velocidad permitida por los tacos de transito y viejas histéricas con niñitos escolares, me encontraba cerca de toda una leyenda.En plena década de los sesenta, América Latina se estaba llenando de guerrillas y el mundo se olvidaba de trabajar y se dedicaba a soñar. Los infelices trataban de tomar por asalto el cielo y dibujar una sonrisa en la luna. A la vez que con sus guerrillas le metían el dedo en el culo al diablo y le rascaban las tripas, hasta que este pidiera perdón y se convirtiera a la fe moscovita. Al viejo lo seducía la idea de andar sucio, arraposo y con un fusil al hombro. Es decir, lo seducía la idea de andar sembrando la alegre rebeldía.Partió a Chillán con unos papeles. Los papeles en este país son muy importantes: el de cartas, el de cartas para avisar que se manda una carta, el papel para malgastar papel y moler bosques; y el papel higiénico. el papel para cosas importantes es producido a baja escala debido a su escasa demanda. El caso fue que el abuelo de Vigas viajó en primera clase a Chillán. En el viaje conversaba con gente que hace papeles importantisimos y otros que como él trasladan estos papeles. Un viejo tremendamente legendario como el abuelo de Vigas, le propuso que al llegar hasta la ciudad podían ir hasta una cantinas con mucha bulla que él conocía y allí tranquilamente conversarían algo muy importante. Seguramente esa conversación terminaría en un papel.El abuelo presentía que algo bueno se le venia. tenia en sus manos el poder. Y en una quinta de recreo oliente a cañería rancia y a viejas putarronas gordas quedo sellado su futuro cargo de ministro en un gobierno encabezado por el otro legendario. La vida era maravillosa para el abuelo de Vigas: tenia brindis, quintas de recreo, documentos importantes, un cargo para ocupar en el gobierno de su amigo y un espléndido episodio de papeles extraviados en el sur.Todo era apacible y seguro. El futuro se mostraba más auspicioso que nunca. Entre copas de vino, posiblemente bigoteado, y embutidos de primera; los dos legendarios hablaban de lo magnifico que seria el gobierno que harían juntos. Hasta que apareció una mujer enorme con una verruga llena de pelos. Ella extendió la cuenta y los tres se miraron. La gorda exigía el dinero por las copas. El primer legendario se ponía y sacaba los lentes para mirar los ilegibles números garabateados como solo los analfabetos pueden hacerlo y rezongaba. Y el abuelo de Vigas jugaba con sus delgados bigotes y abrazaba su tesoro de papeles importantes. Pagaron la cuenta y maldijeron el lugar.Cuando llegó hasta la plenaria el hombre de los anteojos pidió los papeles al abuelo de Vigas. Este los busco entre sus portafolios y dijo:- ah, mierda se quedaron donde caga la olla... mejor me voy a Cochabamba, a la mierda con tu cagón gobierno - y el abuelo de Vigas marchó hacia Bolivia. De allí volvió medio muerto y medio loco. Tanto olor a pólvora vuelve locos a los hombres.Pasaron los años y el hombre de anteojos fue presidente. pero el abuelo de Vigas no fue ministro. Medio loco se unió a un movimiento de extremistas que se tomaban la fabricas y decretaban dos semanas de juerga y resaca. El viejo era el primero en entrar a las fabricas. Encapuchado y con su vozarrón curtido en la universidad de la calle arengabas a los trabajadores a tomarse la fabrica. Al Algunos obreros lo miraban con ojos extraviados sacando cuentas lo increpaban:- oye viejo cabrón, queremos trabajar tranquilos -El abuelo de Vigas, los miraba como quién mira su propia porquería y gritaba:- Mierda, ustedes en lo único que piensan son en sus sueldos de africanos. Deberían tomarse las fabricas y quedarse con toda la ganancia. Ustedes no son mas que un tropel de maricones chupapijas de los patrones... ¡¡ son pura mierda!! -. Y los obreros replicaban.- Y que pasa si la expropiación no es legal. Allí si que terminamos de chupapijas, viejo cabrón y cabeza de pistola -Y el abuelo de Vigas concluía:- ¡¡ Quédense como están, mierdas!!. Quédense con sus cagones sueldos de africanos -, acto seguido se marchaba dando disparos al aire. Ese viejo si que tenía pelotas y, además, una extraña fijación con los africanos. Algo en su fértil corazón callejero decía que en un par de años mas partiría al exilio en una ciudad que no-tenia claro si quedaba al sur de Italia o al norte de África. Así era el abuelo de Vigas.Los años del jolgorio y la farra callejera acabaron como suelen acabar las fiestas de los desdichados alimentados de sueños y esperanzas. Es decir, con los milicos gobernando y los infelices cagando. El abuelo de Vigas no fue ajeno a la desdicha y en el preciso instante que los tanques arreciaban el palacio de los papeles, el viejo capucha en rostro y pistola en mano partió a defender a su amigo de anteojos. Unos metros mas adelante se encontró con los mismos obreros que había increpado en las fabricas y les gritaba:- ¡¡ vamos mierda a defender al compañero !! vamos o se van a quedar de por vida con sus cagones sueldos de africano -. Algunos lo siguieron. Los mas prefirieron sus sueldos de africanos.El viejo llegó a cien metros del palacio de papeles. Lo miró con pena. Dejó que el fuego se comiera los papeles. En ese momento el viejo arrancó la capucha de su cara y enfilo hacia la embajada más cercana. Desde muy lejos organizaría el regreso de la fiesta de los desdichados. Italia fue su destino y allí deposito su vigorosa longevidad.Veinte años de lejanía no pudieron ser consolados con medallas y brindis. Ni el mejor tinto acompañado de la frescura de jóvenes mozas pudo consolar al abuelo. Un día llegó una carta hasta la casa de Vigas. El abuelo con ochenta y seis años regresaba.Toda la familia se compuso para preparar la fiesta. La casa se podía oler en toda la cuadra. La casa de Vigas olía a cebollas y mariscales. A empanadas y asado. Había caldos suculentos y vinos para condecorar obreramente a medio país. Las viejas medallas obreras del abuelo se encontraban más lustrosas que nunca. La vieja casona que desde la desdicha no se abanderaba mostraba con mas orgullo que nunca el pabellón nacional. Estaban hijas e hijos, nueras y yernos, nietas y nietos, amigos. En fin las calle entera se había vestido con sus mejores trapos para recibir al abuelo.Bajo del automóvil vistiendo elegantemente. No quiso que lo fuesen a buscar al aeropuerto. Solo se marchó y solo quería volver.- duro entre los duros... crudo entre los crudos - era su frase típica para presentarse ante el mundo. Con su rostro noble y humilde se le podía ver tan rabioso y vigoroso como siempre. Ese gran y soberano viejo noble y de mierda había regresado.Los miró a todos. La familia en pleno se enmudecía y torpemente se mostraba alegre. El abuelo miraba con detención a todos y sonreía solo por compromiso. Entre los asistentes estaba un viejo chico, calvo, verrugiento y con dos escasos dientes. El abuelo enorme con sus bigotes blanquecinos le sonrío de forma sincera. Palmoteo su espalda y preguntó:- ¿ todavía ganas tu cagón sueldo de africano? - todo el mundo río. Y el abuelo nunca volvió hablar.Vigas logró llegar hasta su casa. No era una gran casa. Incluso era una ruinosa casa con enredaderas añosas y arbustos, por suerte, alejados de la mano de Dios. Vigas con todas con todas sus formas y esplendorosas caderas me invito a pasar. Esa mujer si que estaba para hecharle mano.- este es mi abuelo - y vi al fósil. Era un hombrón de un metro noventa. Macizo y noble. Mirando tristemente al sol. Golpeaba al suelo con su bastón y llevaba en su pecho me dallas sin el lustro de la bienvenida. A su lado tenía una buena botella de ron cubano a medio terminar. Era un buen tipo, pese a su decadente estado de soledad.Vigas le habló como quien le habla a una fotografía. El viejo ni la miraba, ni escuchaba. El viejo solo tenía ojos para la botella. Luego Vigas con la inteligencia que suelen llegar a tener las mujeres con trabajo estable, preguntó:- Disculpe tatita... ¿ vino la señora ha cambiarle los pañales? -. El viejo la miró con odio ¡¡ Caramba, eso sí que mirar con odio a una persona!!. Luego volvió la vista hacia mí, que solo miraba la botella, y me clavo su vergüenza, odio y algo de complicidad en el juicio de la estupidez cometida por su nieta. El viejo humedeció sus ojos. Devolvió el odio de sus ojos lagrimeantes hacia Vigas y dijo:- ¡¡ AHGTT!! -Sin duda alguna el abuelo de Vigas era el más africano de todos.

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