Hay cosas que se sustentan de manera exclusiva en el apartado gráfico. Otras en el guión. Otras en en el argumento o en el cariño a los personajes. Y esta Arkham Asylum.
Un viaje permanente a lo más profundo (y oscuro) del alma humana. Un viaje paranoico guiado por un esquizofrenico y cuyos paisajes parecieran diseñados por sicoticos de no muy buen humor.
O quizás Arkham Asylum es un coctél de lsd, peyote, ayahuasca y hongos mágicos por las grietas de los relatos Lewis. Solo que esta vez a Alicia la violan una oruga y el conejo. Mientras el gato de Cheschire simplemente sonríe.
O quizás el Arkham Asylum es la versión impresionista (¿post impresionista?) del cómic de terror post modernista. O quizás esta novela gráfica es simplemente hacia donde debiesen haber ido los cómics post Watchmen – Dark Knight.
O quizás el Arkham Asylum es una joya que de vez en cuando y tarde aparecen para quedarse como clásicos de la incertidumbre.
Arkham Asylum es Morrison en su estado más lúcido e indepndiente. Es el dramturgo escosés escribiendo algo trascendente . Más Dave McKean demostarndo a todo el mundo que el cómic hacia una decada que había abandonado el tercer mundo de las artes.
Es quizás eso. O quizás mucho más. Al fin y al cabo, el dueño de la fiesta nos recalca que las puertas del amnicomio siempre estarán abiertas. El tema es saber de que lado están cerradas de verdad. O mejor dicho: quien nos hará el favor de abrochar nuestras camisas de fuerza.
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